Mi alma sin jaulas

La paz de un alma que ha recordado su propia inmensidad.

Llegas a este último umbral, peregrino,
no con el eco de una batalla,
sino con la resonancia de un silencio victorioso.

Durante mucho tiempo creíste que tu mente era una jaula: un laberinto de pensamientos, miedos y creencias que limitaban tu ser. Luchaste contra los barrotes, buscaste una llave, anhelaste escapar.

Esa fue la última ilusión de tu Nigredo.

Pero el despertar no llega al romper la jaula, sino al comprender que la jaula nunca existió.

Sus barrotes estaban forjados con tu propio miedo; sus muros, construidos con las expectativas de otros. Y su puerta… siempre estuvo abierta.

Este es el acto sagrado de la Separatio final:
no escapar de la prisión, sino despertar del sueño de haber sido prisionero.

Un alma sin jaulas no es un alma que ha huido,
sino un alma que ha recordado su verdadera naturaleza: la inmensidad.

Ya no buscas la libertad, porque eres la libertad.
Ya no anhelas la paz, porque eres la paz.
Has dejado de caminar por la Senda, porque has comprendido que la Senda y el caminante son uno.

Miras el mundo y ya no ves un sistema que te oprime, sino un paisaje a través del cual tu alma vuela libre.

Has vencido.
Has vuelto a casa.

Tu alma no tiene jaulas.

La Senda continúa en El Umbral.

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